La leyenda virreinal que dio origen a la “China Poblana”

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  • La figura de la “China Poblana” se convirtió en un emblema de identidad nacional en México, su origen se remonta a la época colonial de la Nueva España

Red de corresponsales

Diversos personajes a lo largo de los años han dejado huella en la historia de México, algunos por ser grandes héroes bélicos o por sus aportaciones al mundo de la política, ciencias o artes. No obstante, también han existido muchos otros que se han convertido en referentes culturales del país gracias a los mitos que rondan sobre su origen como es el caso de la famosa China Poblana.

Así como el mariachi o el tequila son referente de la cultura mexicana en el extranjero, personajes como la China Poblana han ayudado a construir una identidad nacional que se extendió en los hábitos de la sociedad mexicana, desde la forma de hablar hasta la de vestir de aquella época.

No obstante, la historia del origen de esta enigmática mujer ha sido todo un misterio y terminó convirtiéndose en una de las leyendas más famosas del estado de Puebla. El relato de un secuestro y un icónico traje de lentejuelas ha dejado rastro generación tras generación.

De acuerdo al Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) la historia de Catarina San Juan comienza en 1619 cuando el comerciante poblano Miguel Sosa adquirió, a través de un socio comercial, una esclava joven oriental proveniente del mercado de Manila, Filipinas.

Catarina provenía de algún país oriental, había sido secuestrada por unos piratas mientras jugaba en la playa con su hermano. Aunque se especula que su nombre original era Mirra, fue durante el trayecto que recorrió de la India a Manila que una orden de jesuitas la bautizaron con el nombre de Catarina San Juan.

Aunque en un inicio Catarina había sido mandada a traer por el virrey Diego Carrillo de Mendoza y Pimentel, cuando arribó al puerto de Acapulco el mercader se la vendió como esclava a Miguel Sosa por diez veces el valor que el virrey había prometido por ella.

Miguel Sosa era un comerciante exitoso de la ciudad de Puebla, estaba casado con Margarita Chávez y ambos eran parte de la élite poblana que residía en el primer cuadro de la ciudad. Su fervor religioso los hizo ser grandes benefactores de órdenes religiosas como la de los carmelitas descalzas.

Datos apuntan a que Catarina San Juan llegó al estado de Puebla a la edad de 10 años; los delicados y peculiares rasgos orientales de su rostro la hicieron acreedora, casi de forma inmediata, al apodo de China Poblana.

Con el pasar de los años desempeñó diversas funciones que su papel como esclava le exigían, ella se encargaba de los quehaceres del hogar, se convirtió en una cocinera y también desarrolló grandes habilidades como costurera. A Catarina le costó mucho trabajo adaptarse al español y, aunque se suele decir que el matrimonio del mercader la veía como una hija, siempre desempeñó un papel de sierva y así lo dejó ver Miguel Sosa en su testamento donde se refiere a ella como su “esclava china”.

En 1624 el amo de Catarina falleció y el rumbo de su vida cambió drásticamente pues el mercader Miguel Sosa había incluido en su testamento una cláusula en mediante la cual le concedía a Catarina su libertad después de servir dos años más a su mujer, o inmediatamente si optaba por ingresar al convento de San José de carmelitas descalzas de Puebla.

Después de servir por dos años más a la señora Margarita Chávez, Catarina San Juan obtuvo su libertad. Para ese entonces, ya se había convertido en una ferviente creyente y encontró en la religión un gran refugio. Como consejo de un sacerdote llamado Pedro Suárez, la China Poblana se casó con un esclavo de nombre Domingo Suárez con la intención de “obtener estado”, pero lo único que encontró fue un esposo violento que la golpeaba y amenazaba constantemente.

Años más tarde, después de quedar viuda, Catarina optó por dedicar su vida a la religión, realizaba ayuno, trabajos pesados, portaba cilicios y se azotaba regularmente. Testimonios rescatan que durante el tiempo que estuvo en el convento de San José, Catarina comenzó a tener visiones del niño Jesús y la Virgen de Guadalupe.

La China Poblana falleció el 5 de enero de 1688 a la edad de ochenta y dos años. Su cercanía con órdenes religiosas como los carmelitas descalzos o los jesuitas le hicieron ganar cierta fama entre la sociedad poblana, incluso obispos de la región pedían que intercediera por ellos ante la Divinidad, se le rendía veneración como santa hasta 1691 que la Santa Inquisición prohibió los cultos populares.

Los restos de Catarina San Juan aún descansan en Puebla, en el Templo de la Compañía que es conocido también como la tumba de la China Poblana. Si bien su historia se ha tergiversado con el pasar de los años, es indudable que aquella pequeña que llegó por eventos desafortunados a México desde tierras orientales ha dejado un gran legado para la cultura del estado de Puebla y del país.